La laguna de las criaturas no deseadas

de Andrés F. Hermida G.

Colegio Bolívar. Grado doce.

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En la oscuridad cósmica que marcaba el universo, la nada se juntó de tal forma que explotó en un éxtasis creacional, formando pequeños diamantes que se repartieron por todo el espacio. El interior de cada diamante tenía elementos únicos, dejándolos crear sus propios mundos internos. De ahí, cada diamante tuvo control de su interior, creando planetas, ampliándolos, creando nuevas tierras, montañas y cielos. Un día, uno de los diamantes se aburrió, pensaba que sus planetas carecían de diversión y controversia. Uno de sus planetas era un desierto gigante de arena rojiza, mientras que el otro era un campo interminable de nieve. El diamante, aburrido de sus creaciones, decidió inventar algo que cambió el curso de su capacidad de control. En el planeta del desierto, creó el primer ser vivo, era un cuerpo formado de patas de araña, torso desnudo de mujer con color arenoso, con una extraña vulnerabilidad elegante y finísima. En el mundo de la nieve, nació un monstruo de pelo blanco, grueso y con unos dientes afiladísimos en una sonrisa de media milla. Con tan solo sentir sus presencias apartadas por el espacio entre los planetas, deciden crear la música para comunicarse, deseando con fervor que se puedan escuchar mutuamente. Estos seres vivos caminaron por las superficies de sus planetas, haciendo ruidos con la esperanza de alguna vez poderse comunicar. De tanto caminar y cantar sin rumbo, se detuvieron para saltar en el suelo. A ese punto, el diamante se enloqueció, perdió su poder de controlar las acciones de sus creaciones. La presión de los saltos impulsó a los planetas por el espacio, haciendo que estos empezaran a acercarse entre sí. Los saltos imparables de los monstruos penetraron las superficies de sus planetas y empezaron a adentrarse en el centro de sus mundos. Eventualmente, la cercanía entre planetas fue tan fuerte que estos chocaron, mezclando el desierto y la nieve. Cuando ambas criaturas finalmente se encontraron, murieron abrazados. Uno no soportó el calor del desierto, mientras que la otra se congeló por la nieve. Mientras tanto, algo en este cataclismo empezó a nacer, las criaturas del nuevo mundo.

Había criaturas de todos los colores, de todas las formas, anomalías de la naturaleza y nacidas desde el mismo origen. Al principio, todos vivían de la misma manera, nada era una posesión, sólo había lugar para colaborar. Con el tiempo, una especie en particular, las Estrellas Rojas y Azules proclamaron que ciertas tierras y herramientas les pertenecían a ellas. Las demás especies no entendían muy bien el significado de posesión, pero no causaron problemas y dejaron que aquellas tuvieran esta exclusividad. Después, las Estrellas empezaron a sacar a las otras especies de sus ubicaciones, aprovechándose de los recursos que habían recolectado, obligándolas a viajar a otras tierras. Cuando las criaturas rechazadas por las Estrellas se juntaron en lugares remotos, empezaron a crear cultivos. Pero, a pesar  que las Estrellas Rojas y Azules ya tenían control de casi todo el territorio y de las zonas más fértiles, decidieron que ninguna otra especie podría tener cultivos. Por esto, envenenaron las tierras que no poseían, haciéndolas infértiles. 

Algunas de las criaturas indeseadas, degradadas y apaleadas empezaron a buscar cómo sobrevivir. Las que buscaron adentrarse en los territorios de las Estrellas terminaban siendo acusadas de traer la maldad del mundo aduciendo que su búsqueda de refugio era la causante de la separación de las especies y la inagotable violencia que nació. 

Con casi todas las tierras al  servicio de las estrellas, las demás especies multicolores se adentran en una pequeña laguna donde se mezclan sus colores, generando una apariencia gris de muerto. Lo único blanco de este diminuto refugio son los residuos del planeta de nieve. Durante el día, una nube oscura se apodera de un cielo de tono deprimente. Las pobres criaturas desbordan el lago de vez en cuando con sus lágrimas, lamentando la ausencia de brillo de su gris indeseable. De hecho, muchas empiezan a culparse por no haber nacido como Estrellas, otras maldicen sus orígenes y al mismo diamante que los creó. Los recién nacidos, a su nuevo hogar, le ponían el apodo “La laguna de las criaturas no deseadas”. Estas pobres especies perdieron su voluntad de seguir adelante, se escondieron en la laguna para morir libremente, odiándose a sí mismos por diferencias que no pudieron reconciliar.

En el cielo, una noche silenciosa, el diamante se entristece ante los lamentos de estas criaturas. A pesar de no tener todos sus poderes, agota sus últimas fuerzas  para crear algo nuevo. Una aurora boreal nace entre las nubes, sobrepasa la laguna, cambiando constantemente de colores. En el viento empieza a resonar una sinfonía pacífica y elegante como una ópera que parece provenir del cielo.  Las criaturas escuchan esto, pero no se atreven a salir, pensando que es un engaño de las Estrellas Rojas y Azules para hacerlas sufrir más. La aurora empieza a cantar con más fuerza, mientras cambia de colores. Cuando se torna morada, un sapo violeta de un solo ojo salta de la laguna, observando el cielo se queda atónito y congelado al percibir la belleza que lo rodea.  Después, cuando el color se vuelve amarillo, sale volando un zorro amarillo con alas y ojos de abeja. Este se inmoviliza por los colores que miran sus trillones de ojos. Después, un caballo verde de ocho patas y dos cabezas surge del agua seducido por el color. Poco a poco todas las criaturas salen de la laguna al ser representadas  por la aurora, haciendo que el agua en donde habitan pierda su color gris y revele lo clara que realmente es. La música fluye por los oídos de todos, haciéndolos bailar y pensar que algo lejos en el cielo, por alguna razón, los hace sentir que son deseados, que sin importar sus imperfecciones y diferencias, aún hay un lugar al que pertenecen.

The End

Gracias por leer mi escrito.