Había criaturas de todos los colores, de todas las formas, anomalías de la naturaleza y nacidas desde el mismo origen. Al principio, todos vivían de la misma manera, nada era una posesión, sólo había lugar para colaborar. Con el tiempo, una especie en particular, las Estrellas Rojas y Azules proclamaron que ciertas tierras y herramientas les pertenecían a ellas. Las demás especies no entendían muy bien el significado de posesión, pero no causaron problemas y dejaron que aquellas tuvieran esta exclusividad. Después, las Estrellas empezaron a sacar a las otras especies de sus ubicaciones, aprovechándose de los recursos que habían recolectado, obligándolas a viajar a otras tierras. Cuando las criaturas rechazadas por las Estrellas se juntaron en lugares remotos, empezaron a crear cultivos. Pero, a pesar que las Estrellas Rojas y Azules ya tenían control de casi todo el territorio y de las zonas más fértiles, decidieron que ninguna otra especie podría tener cultivos. Por esto, envenenaron las tierras que no poseían, haciéndolas infértiles.
Algunas de las criaturas indeseadas, degradadas y apaleadas empezaron a buscar cómo sobrevivir. Las que buscaron adentrarse en los territorios de las Estrellas terminaban siendo acusadas de traer la maldad del mundo aduciendo que su búsqueda de refugio era la causante de la separación de las especies y la inagotable violencia que nació.