El poder de la naturaleza

de Sebastián Arboleda Salazar

Colegio Jefferson. Grado sexto.

Ilustración: Juan David Ángel Chaparro. Grado séptimo. Colegio Jefferson.

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Hace mucho tiempo, cuando los hombres no habían pisado aun este planeta, las cosas eran muy distintas. Todo estaba sumido en llamas absolutas, y cualquier luz de vida podía  ser opacada por el destello de aquél entonces.

En esos tiempos remotos solo reinaba el fuego, una deidad con un poder inigualable, era ambiciosa y desgarradora, todo lo quería devorar; no había espacio para los demás elementos y no existían  bosques, océanos, cielo,  ni alguien que presenciara tal espectáculo.

Los demás elementos, cansados de tales opresiones, reunieron todas sus fuerzas y enviaron el fuego a las profundidades del mundo presente, enterrado y apresado bajo una pared de roca impenetrable. Por fin, sin el hambre insaciable de tal fuerza, los demás tuvieron espacio para darse y procrear vida.

 Pasó el tiempo infinito y a medida que la superficie se volvía un lugar de oportunidad y se llenaba del destello del vuelo, el nado, el correteo, el respiro, bajo la coraza de piedra, prisión del algún día señor del mundo, las llamas reinaban insaciablemente, cada día más fuertes, más furiosas, más hambrientas, llenándose con el deseo de salir.

Un día cualquiera, las aguas y los vientos dieron paso a una nueva criatura, una criatura que desestabilizaría el equilibrio y que, en un futuro no muy lejano, destruiría cuanto encontrara a su paso. Una criatura que se volvería más temida que el mismo fuego, usándolo para llegar a la copa de los demás seres vivientes y transformar el mundo en todos sus sentidos.

 Estas nuevas criaturas, tentadas por el deseo del poder, invocaron lo prohibido y trajeron al fuego fuera de su jaula indestructible. Esta decisión mortal no solo provocó que se desataran grandes catástrofes y el fuego tomara la tierra como no la había hecho en un millón de años, sino que le dio el placer de conocer cuanta cosa podría tener si llegara a salir de donde estaba.

Furioso y cada vez más fuerte, el fuego empezó a rugir desde abajo sacudiendo la tierra, el mar, el cielo y todos los mundos sobre él. Reuniendo las fuerzas que tenía y las que había acumulado en su interminable prisión, rompió un punto débil en la pared que le habían impuesta milenios atrás. Ascendió con una furia increíble hasta sentir el aire fresco y la brisa de este nuevo mundo.

 Desatando su furia a un nivel nunca antes visto y personificándose en todo tipo de energías, se liberó a sí mismo en un espacio donde el verde de vida había cubierto las colinas y el azul fresco corría por caminos trazados por el agua. Esparciéndose en todas direcciones, el fuego envolvió, devoró y sumió en cenizas cuanta cosa encontrara a su paso engullendo vida y muerte, transformando el cielo y la tierra.

Dejando el mundo a su alrededor sumido en un paraje asolado y oscuro, el fuego terminó de consumirse a sí mismo y no le quedó más remedio que volver a su lugar; mas ese no fue el fin. Cada que podía, hacía temblar el suelo, los océanos, los cielos y los corazones de cada ser viviente en el planeta.

 La tierra, sus habitantes y los demás elementos ahora habían aprendido una lección importante: no importaba qué tan profundo o qué tan encerrado estuviera. Una energía y un poder semejantes al del fuego, siempre encontrarían la manera de salir y recordarles a los seres que el poder de la naturaleza terminaría por imponerse a toda barrera que se le impusiera. Siempre rompería murallas, se esparciría y se tomaría el mundo, bien fuera para dar vida, o para quitarla.

The End

Gracias por leer mi escrito.