Me quedé tendido sin más compañía que mis jadeos y el latido de mi corazón. Observé el cielo sin nubes ni estrellas. Me senté con dificultad mientras mis manos acariciaban el césped. Sentí que algo me quemaba el tobillo. Era insoportable. Bajé la mirada y alcancé a ver un destello carmesí junto a mi pie. Atada a mi tobillo había una delgada cuerda color ébano en la que estaba atada una pequeña punta de flecha color plata, con una inscripción en letras bordadas color escarlata. Sentía mi piel al rojo vivo y cada segundo sentía una nueva punzada de profundo dolor. Me agaché y traté de arrancarme el pequeño amuleto sin éxito. Me incorporé y a tientas busqué la pequeña navaja que llevaba en mi morral. Su hoja brillaba con el reflejo de la luna cuando la levanté para librarme por fin de aquel fósforo encendido. Corté la cuerda y levanté el pequeño objeto. Lo que antes me habían parecido letras eran ahora figuras y símbolos en espiral, color rojo sangre. Las figuras envolvían el amuleto dándole un aire aún más macabro y dominante. Me levanté con la cuerda color negro frente a mí. Me llamaba. Oía cómo pronunciaba mi nombre en un susurro casi inaudible. ¡No! ¡Eso era imposible! Tomé el collar y estuve a punto de lanzarlo hacia las profundidades del bosque cuando algo dentro de mí cambió. “No puedo lanzarlo, no puedo dejarlo. Lo llevaré conmigo. Seguro pagarán muy bien por un exótico y hermoso. Tan hermoso…” Mis manos comenzaron a acariciar la punta de flecha mientras mis ojos se deleitaban viendo su resplandor. Entonces pensé “tal vez sea prudente conservarlo hasta saber más de él, su historia, su origen. Sí, decidí. Lo llevaré conmigo hasta que averigüe de dónde salió. Luego lo venderé. Emprendí el sendero directo hacia el pueblo guiado por el resplandor de la luna. No llevaba más de una hora corriendo cuando me detuve de golpe en la cima de una colina. A mis pies, miles de luces titilaban constantemente al ritmo del fuego que bullía en cada chimenea y brillaban como millones de manos alzadas hacia mí, tratando de arrebatármelo.